Elizabeth Siddal, la eterna Ofelia

Elisabeth Siddal

[1829-1862, Londres]

Hoy finalizamos el primer mes del año recordando a una mujer que ha sido olvidada por la Historia, curiosamente, su rostro es uno de los más conocidos en el mundo del arte, ya que posó para innumerables cuadros, uno especialmente famoso de John Everett, titulado «Ofelia».

Educada por sus padres en casa, pronto desarrolló una gran pasión por la poesía, que la acompañó toda su vida.
Pronto comenzaría a trabajar en una sombrerería, en la que fue descubierta una fria mañana, por un pintor que la contrató como modelo para sus obras.
Fue gracias al cuadro titulado «Viola» de Walter H. Deverell, se popularizó entre los pintores prerrafaelitas. Por entonces tenía veinte años.

Durante un tiempo Elizabeth combinó su empleo en la sombrerería con su trabajo como modelo, lo que le dio cierta independencia económica, algo bastante inusual para su tiempo.

De todos los cuadros para los que posó, el que recrea la muerte de Ophelia, personaje femenino de la obra de William Shakespeare, Hamlet, es quizás uno de los más conocidos. Dicho cuadro tuvo una importancia clave en la vida de Elizabeth, no sólo por las consecuencias físicas que sufrió sino también por su significado premonitorio del que sería su propio final.

Para que el cuadro recreara con la máxima veracidad el ahogamiento de Ophelia, el pintor John Everett sumergía a Elizabeth durante sesiones de posado de diecisiete horas en una bañera helada en pleno invierno. A pesar de que al comienzo de las sesiones John Everett ponía velas encendidas debajo de la bañera para mantener el agua lo más templada posible, las largas horas de posado enfriaban ineludiblemente la bañera, dejando helada a Elizabeth durante horas. Aunque ella nunca se quejó terminó enfermando gravemente de neumonía. Esto, sumado a su posible anorexia, debilitaron notablemente su salud hasta el final de sus días.

Algún tiempo después, acabó casándose con el pintor y poeta Dante Gabriel Rossetti, que totalmente obsesionado con ella no dejó de pintarla hasta su fallecimiento, mientras la encerraba en su casa para evitar cualquier contacto con otros hombres, incluídos otros pintores que querían contratarla como modelo.

Elizabeth, que había comenzado a utilizar el láudano como remedio con demasiada frecuencia por la ansiedad que le provocaban las constantes infidelidades de su marido y su encarcelamiento, quedó embarazada en 1861, dando a luz una niña que nacería muerta. Desde entonces se sumió aún más en la tristeza y la melancolía hasta que decidió terminar con su vida.

Con tan sólo 32 años de edad, el 11 de febrero de 1862, Elizabeth Siddal se suicidaba tomando una sobredósis de láudano mientras su marido estaba fuera con una de sus amantes.

Se dice que cuando la encontró, muerta, en la cama de matrimonio que ambos compartían, entró en una gran depresión movido por los remordimientos. Dejó así de pintar durante un tiempo, y ordenó enterrar con Elizabeth cada uno de los poemas que él habría escrito durante todos aquellos años en los que la había amado, para que el espíritu de Lizzie los leyera y le perdonase.

Algunos años después, viendo que la ruina se cernía sobre él, ordenó abrir la tumba de Elizabeth para recuperar sus poemas, y poder venderlos para sobrevivir.

Una historia de vida y muerte que ha sido convertida en novela en varias ocasiones.

Que su nombre no se borre de la Historia

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