Camille Claudel, la escultora que murió de tristeza

[1864 – 1943, Francia]

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 Siendo apenas un bebé, los negocios de su padre, banquero y financiero de profesión, llevarían a la familia a trasladarse a la vecina Villeneuve-sur-Fère, donde, en 1868, vendría al mundo su hermano menor, el futuro poeta y diplomático Paul Claudel. A su llegada a París la familia se instaló en el barrio de Montparnasse, ya por entonces zona bohemia y repleta de estudiantes y artistas. Allí, Camille pudo dar rienda suelta a su talento artístico gracias a su padre.
Durante casi tres años, Camille, Jessie y el resto de aprendices trabajaron a las órdenes de Boucher, hasta que, a mediados de 1883, éste marchó a Italia y, en su ausencia, pidió a un reputadísimo escultor, amigo suyo, que se hiciese cargo de sus alumnas. De esa manera conoció Camille Claudel a quien sería el hombre más importante de su vida: Auguste Rodin. Impresionado por la solidez y el talento que desprendía el trabajo de Camille, Rodin centró sus esfuerzos en aquella joven extraña y apasionada, concediéndole un puesto en su taller, allí, Camille colaboraría con Rodin en la ejecución de dos de las obras más célebres del escultor. Durante todo aquel tiempo, Camille trabajó arduamente como ayudante y modelo de Rodin, la mayoría de las veces a expensas de su propio trabajo; y es que la alumna se había enamorado irremediablemente del maestro, hasta el punto de que, cuando su familia le recriminó estar desperdiciando su talento, eligió a éste y cortó, en buena medida, cualquier comunicación con ellos.


Durante casi diez años, Rodin y Camille trabajaron codo con codo, influyéndose e inspirándose uno a otro, y creando algunos de sus mejores trabajos. Sin embargo, su relación pasional era cada vez más tormentosa, debido al maltrato psicológico al que el escultor sometió a su joven amante; no sólo la humillaba y menospreciaba como artista, también se exhibía con otras mujeres ante ella, y, a pesar de que le prometió matrimonio en varias ocasiones, nunca quiso abandonar a la que fue su más longeva compañera: Rose Beuret, madre de su único hijo. Este complejo trío inspiraría la mejor y más célebre de las obras de Camille Claudel, “La Edad Madura”, donde la propia artista aparece como suplicante ante Rodin, que se aleja.


Rompieron su relación, paulatinamente, hasta que llegó a su fin en 1898. El trabajo fue la mejor medicina que Camille encontró para el dolor causado por la ruptura, fueron estos años de creatividad y fama, en la que se decía que la alumna había superado al maestro. Fue años más tarde cuando, tras la muerte de su padre, su hermano menor, firmó los papeles que la encerrarían en el manicomio de Ville-Évrard donde, a pesar de que los médicos consideraron que no necesitaba internamiento, madre y hermanos insistieron en mantenerla “por su propia seguridad”.
Camille vivió sus últimos años en la más absoluta soledad, olvidada en aquel frio lugar.

Que su nombre no se borre de la Historia

Podéis ver el tráiler de la película basada en su vida, titulada Camille Claudel aquí

 

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